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02 de febrero 2019

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MARINE O NAVY SEAL : El guerrero que llevamos dentro

Elena Barreiro Alonso - Psicóloga H. Sanitaria

El cine, al igual que la literatura, basan casi todas sus temáticas en la forma de actuar del ser humano y, por tanto, en las actitudes y aptitudes que utilizamos para afrontar y resolver los problemas. Uno de los casos más paradigmáticos lo podemos ver en las películas de misiones militares y dentro de ellas en dos tipos muy diferentes de enfoques de este género.

La primera de estas actitudes se muestra en todos aquellas películas que giran alrededor de los llamados “cuerpos de élite” (Navy Seals y Delta Force). Me remito a películas de tanto éxito como algunas de las protagonizadas por Chuck Norris en los ochenta o Steven Seagal en los noventa. Para estos cuerpos del ejército la información y programación son vitales. La labor de inteligencia previa es tan importante como la misma ejecución.


El estudio exhaustivo del lugar y de los detalles conocidos y de los personajes implicados serán claves para diseñar el plan de actuación. La planificación detallada, los ensayos y la repetición del procedimiento a emplear, conforman la esencia de estos grupos.
En muchos casos, se reproduce de forma exacta - a manera de plató - el escenario en el que tendrá lugar la misión para practicar hasta la extenuación y hacer automático, mecánico, casi reflejo, cada movimiento. Cualquier desviación del plan supone pues un cambio en todo el conjunto, haciendo inservible todo el esfuerzo de planificación. Para estos cuerpos todo lo que no sea la reproducción exacta de lo planificado se convierte en un grave problema. Un compañero herido, y no digamos muerto, es para ellos un fracaso. Podríamos definir sus misiones como el mecanismo de un reloj suizo. Parafraseando al personaje “Hannibal Smith” de la famosa serie televisiva de los ochenta “El equipo A” que dirigía un comando de este tipo, un “seal” concluiría satisfecho: “ Me encanta que los planes salgan bien”.

Por el contrario, como queda reflejado en entretenidas películas interpretadas por estrellas como John Wayne en los cincuenta y sesenta o Clint Eastwood de manera continua desde los setenta; existe un cuerpo del ejército - “los Marines”- cuyo objetivo principal ( hasta breves décadas) era tomar “cabezas de playa”, esto es, hacerse con el control - en territorio enemigo - de una zona donde los barcos pudieran empezar a desembarcar con seguridad tropas, material y avituallamiento.
La información de la que suelen disponer este cuerpo del ejército es casi siempre escasa y en el mejor de los casos muy inexacta. Sus instrucciones suelen ser: hacerse con el control de la playa como sea y a cualquier coste.


Como resulta evidente, la planificación oscila entre poca y nula. La improvisación es obligada y la adaptación inmediata a los cambios continuos de la situación supone la diferencia entre la vida y la muerte. La aceptación de bajas, de muchas bajas, es inevitable. Podríamos definir sus operaciones como: búscate la vida para conseguirlo porque no hay planes. Un “marine” concluiría satisfecho una jornada con la frase: ” Vaya día! “

Las características psicológicas óptimas de unos y otros soldados son muy diferentes. Estas dos formas antagónicas de afrontar los problemas son un buen ejemplo de las preferencias de actuación que solemos emplear en nuestra vida y éstas, a su vez, son la consecuencia de nuestras aptitudes psicológicas que son producto de una combinación aún no clara de genética y ambiente. Cada uno de estos comportamientos crea una zona de confort que tiene sus ventajas y sus inconvenientes.


El indivíduo tipo “seal” responde a una personalidad controladora, planificadora, metódica, racional, reflexiva, y perfeccionista. Normalmente suele ir asociada a un coeficiente de inteligencia alto y odia las sorpresas y las bromas que vengan de fuera de su entorno. Son personas intravertidas, poco sociables, pero capaces de integrarse muy bien en grupos pequeños de individuos afines a los que llegan a considerar como su familia, ejerciendo el papel de mentor aquel líder reconocido por todos.
La planificación le da una seguridad que lo envuelve y crea alrededor de él una zona en la que se siente feliz y realizado. Este tipo de personas están muy cómodas en trabajos con pocos cambios. Pero todo ello tiene como contrapartida un aislamiento del entorno, una inquietud ante todo lo no programado y una tensión frente a los cambios que les puede producir estrés.
Como consecuencia de todo esto, no les es fácil encontrar ni amigos ni pareja. Tampoco suelen autopromocionarse en el trabajo, llegándose a paradojas como la de sentirse infeliz en un puesto de más responsabilidad, o más remunerado, para el que es necesario habilidades sociales que no tiene o con las que no se encuentra cómodo ejerciéndolas.


Por el contrario el individuo tipo “marine” tiene una personalidad inquieta y extravertida, le gusta improvisar porque odia las reglas que hacen monótona su vida. Hace las cosas por aproximación y posee una elevada inteligencia emocional que lo hace integrarse fácilmente en grupos y ser muy apreciado. Le gusta las sorpresas y hacer bromas. Odia la autoridad y sólo la acepta como mal menor. Se promociona sin proponérselo, pero es capaz de renunciar a un trabajo mejor o a un sueldo más elevado si esto supone sentarse en un despacho o realizar una tarea repetitiva. Su zona de confort son sus amigos y las novedades que le deparará el día siguiente.

Pese a que son dos personalidades extremas y que en muchos casos se encuentran características combinadas, esas mezclas se dan por necesidades estratégicas para vivir en sociedad, hacer llevadero el trabajo que se realiza o por encontrarse en una fases vital transitoria. Pero nuestra personalidad siempre resurge, o lo intenta. Conozco a excelentes vendedores que odian las relaciones sociales y lo que desearían es estar encerrados en casa leyendo y oyendo música y, por el contrario, sé de informáticos pegados a un ordenador todo el día que lo que ansían es hacer surf por la mañana y motocross toda la tarde. Son “seals” atrapados en un trabajo de “marine” y “marines” atrapados en un trabajo de “seal”.

No es mejor ser de un tipo que de otro. Debemos conocernos, saber cuál en nuestra personalidad dominante y buscar la mejor forma de aprovecharla para realizarnos al mismo tiempo que nos sirve para ganarnos la vida. Y en el caso de no poder establecer un equilibrio satisfactorio buscar lo más próximo a él, dándonos de vez en cuando una compensación: como una semana de salto en paracaídas o parapente para un oficinista que en el fondo es un “marine” o un retiro de una semana en un convento con voto de silencio para un actor cómico que en el fondo es un “seal”.

Pocas personas tienen la suerte de disfrutar con su trabajo, pero esto no quiere decir que no podamos compensar ese desequilibrio. Existen técnicas específicas para hacerlo que deben personalizarse, estableciendo un itinerario individualizado para cada persona y situación.

Cuando trato problemáticas de este estilo - a manera de directrices generales - recomiendo la siguiente actitud: Espera siempre lo mejor (sé optimista), prepárate para cuando las cosas se tuerzan ( planifica como un “seal”: ten un plan B ) y adáptate a lo que venga (compórtate como un “marine”). Y siempre, siempre, busca la felicidad.